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lunes, 27 de julio de 2009

SI, QUE GENTUZA, ARTURO

Hoy quiero reproducir este artículo de Arturo Pérez-Reverte, aparecido en XLSemanal On Line, el cual suscribo de la a a la z:



Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte
ESA GENTUZA
Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes, y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre. Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida. Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día. De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.

domingo, 26 de julio de 2009

SWEET HOME ALABAMA


La noticia de que una marca de vino -Cycles Gladiator- ha sido retirada en Alabama porque en su etiqueta aparece una ninfa desnuda en bicicleta, porque las leyes prohiben las etiquetas "ofensivas o inmodestas" nos retrae a los mejores tiempo de la "america profunda" en dicho estado sureño norteamericano. Lejos no están los tiempos en que el racista George C. Wallace gobernaba el Estado y obligaba al lider a los derechos civiles Martin Luther King a manifestarse en 1963 contra la discriminación racial en las guaguas públicas de la ciudad de Montgomery. Por estas fechas, en otra importante ciudad de Alabama -que significa "limpiador de espesura" en la antigua lengua Choctaw-, como Birmingham, los racistas asaltaban una iglesia y le prendían fuego asesinando a 4 niños negros. El cantautor canadiense Neil Young hizo entre 1973 y 1974 dos canciones criticando Alabama por su actitud racista tradicional: "Souther man" (hombre del sur), en el album After the Gold Rush, y "Alabama", perteneciente a Harvest. Para congraciarse con los públicos sureños, un grupo muy popular de rock sureño como Lynard Skynard, que salía a los escenarios con la bandera rebelde del ejercito confederado -partidarios de la esclavitud-, hizo en 1973 la canción "Sweet Home Alabama" cuya letra habla de las excelencias climáticas y geográficas del estado, ("Dulce Alabama donde el cielo siempre está azul"), poniendo a parir a Neil Young tratandole de "viejo" y que a nadie le importa nada de él alli. Pero además, hace panegíricos al gobernador George C. Wallace ("In Birmingham they love the governor" (En Birmingham -lugar donde quemaron a los 4 niños negros- adoran al gobernador) dice la canción, y la terminan con "Lord, I'm coming home to you Yea, yea Montgomery's got the answer" (Señor, llegaré hasta tí. Si, sí Montgomery -lugar donde se segregaba a los negros en las guaguas- tiene la respuesta). Pero el colmo es que tambien cantan "Now Watergate does not bother me Does your conscience bother you? Tell the truth" (el Watergate -alusión al escándalo watergate de espionaje al partido democrata en 1972 que llevó a la dimisión al presidente Nixon- me importa un comino, ¿molesta a tu conciencia? Di la verdad). Con lo cual Lynard Skynard no sólo justificaban el racismo sureño, sino además la corrupción politica del partido republicano. Ahora les da por la moralina del vino con ninfas desnudas en bicicleta en la etiqueta.

viernes, 24 de julio de 2009

LAS COSAS NO CAMBIAN, SINO A PEOR

Ha sido un tiempo de reflexión, de otras ocupaciones necesarias y, por qué no, de "espera esperanzada" de un cambio de rumbo hacia la coherencia, que me ha mantenido ausente de opinión en este blog. Pero desgraciadamente ese golpe de timón no se ha producido, y da la sensación, que el deslizamiento es ya vertiginoso cuesta abajo y sin frenos. Cada minuto que pasa, la intervención de obra o palabra, de los políticos, a quienes hace dos años se le votaron con renovadas esperanzas con promesas de cambio, no deja de ser lamentable, ya sea por su incopetencia o arrogancia. Ante cada crítica a su nefasta gestión, se les llena la boca escudándose en la crisis y de que no hay dinero. Pero a nadie se le esconde como el dinero que haya, se va en gastos superfluos, boato o en favorecer a los amigos. Son morosos en el pago de lo que deben llevando al cierre a muchas pequeñas empresas, morosos en todo menos en sus sueldazos que mantienen sin rubor (entre 68 mil-89 mil € los dirigentes canarios), inadmisibles por su inmoralidad en los tiempos que corren en que miles de administrados viven de la caridad para poder comer cada día. Ellos no se privan de cobrar a primeros de mes, por muchos millones que deban las instituciones que malgobiernan, ni tampoco de mantener sus equipos de "asesores" y "personal de confianza" que no tienen nada que hacer porque no hay dinero -según ellos- para hacer lo que hay que hacer. Por eso practican el deporte de "hacer ver que hacen" y eso explica en cultura, los movimientos telúricos que se viven en las alturas de una gestión cultural más politizada e inepta que nunca. Los cambios producidos sólo sirven para maquillar los resultados, iniciar una huida hacia adelante -manteniendo el agujero negro- y entretener al personal "haciendo ver que hacen". No servirán para nada, excepto para crear más "pesebrismo", porque son meros cambios de nombres o personas, y no cambios de actitud en el gasto, ni en la orientación cultural que hace falta. Se sigue jugando al populismo, por un lado, y al elitismo por otro, sin atender a las verdaderas necesidades sociales de la sociedad actual. El tiempo se les agota y lo saben. Por eso, se pasan un día y otro también, echandose los trastos unos a otros, sin abordar con seriedad los problemas, porque lo único que les preocupa son las batallitas partidistas internas para buscarse la mejor "pole position" y seguir encaramado al poder y sus canonjías una nueva legislatura. Pero, ¿lo conseguirán? El voto en blanco no deja de avanzar en cada convocatoria electoral, y dado lo que han hecho y dejado de hacer respecto al voto de confianza de quienes han hecho posible su elección, su altanería, desprecio y sinvergüencería se pueden -y deben por méritos propios- encontrar con una desagrable sorpresa.