El Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Robert Gates, parece decidido a acabar con la discriminación que sufre el colectivo gay en el ejército más poderoso del mundo. Hasta ahora ha imperado la política del Don´t ask, don´t tell (No lo preguntes, no lo expreses), es decir, la política del avestruz de obviar el asunto si no se manifiesta abiertamente. El inefable mal actor y peor presidente, Ronald Reagan, de quien siempre Hollywood recelaba algunas veleidades homosexuales en sus inicios, al llegar a presidente firmó en 1981 una directriz que sentenciaba que ser homosexual es incompatible con el servicio militar por riesgo de insubordinación, falta de confianza en los compañeros de filas o riesgos de filtración de información. Con ello, los homosexuales -unos 11 mil- han sido expulsados del ejército sin derecho a pensiones, ante lo cual, Clinton firmó una ley en 1993 que los aceptaba, siempre y cuando se guardaran las apariencias del Don´t ask, don´t tell. A pesar de las divisiones y complejos que esta decisión pueda ocasionar en el seno de un ejército, metido como siempre en varios conflictos bélicos, parece ser que Obama quiere dar un necesario golpe de timón en pro de los derechos cívicos en USA. Sion embaro, la cruz, la sigue ostentando la cúpula vaticanista. Benedicto XVI no pierde ripio y ha atacado impunemente las leyes británicas de igualdad invitando a los obispos católicos de ese país a combatirlas. Benedicto ha asegurado que dichas leyes de igualdad pueden acabar con el privilegio eclesiastico de discriminar a los homosexuales, con la cantinela de siempre de que "violan la ley natural". Como siempre la demagogia empleada, quiere disfrazar la protección del derecho de unos, afectando en realidad los derechos de otros. La misma que emplea la cúpula vaticanista con el tema del aborto, las células madres, y tantos otros temas incongruentes de imponer en pleno siglo XXI.