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jueves, 20 de septiembre de 2012

CARTA AL PRIMER MINISTRO DE PORTUGAL


CARTA AL PRIMER MINISTRO DE PORTUGAL

por Eugénio Lisboa  (Asociación 25 de Abril), El Lunes, 10 de septiembre de 2012

Excmo. Señor Primer Ministro

Dudé mucho en dirigirle estas palabras que no dan más que una pálida idea de la ola de indignación que barre el país, de norte a sur y de este a oeste. Además, no es mi costumbre ni vocación escribir cosas de cariz político, inclinándome más por la temática cultural. Pero hay momentos en que, igual que  vamos al encuentro de la política, ella viene irresistiblemente a nuestro encuentro. Entonces, no hay que huirle.

Para ser enteramente franco, le escribo, no solo por creer que no va a tener en V. Excma. ningún efecto —todo su comportamiento, en este primer año de gobierno, traicionando, sin escrúpulos, todas las promesas hechas en campaña electoral, no convida a la esperanza en un cambio de postura— antes bien, para quedar a bien con  mi conciencia. Tengo 82 años y poco me quedará de vida, lo que significa que, a mí, ya poco mal podrá infligir V. Excma. Y el que me inflija será siempre de corta duración. Es aquello que acostumbro llamar “las ventajas del túmulo” o, si prefiere, el valor que da la proximidad del túmulo. Tanto el que me dé como el que me tire será siempre de corta duración. No será, pues, de mi que hablo, cuando use, en la frase, el “odioso yo”, a que aludía Pascal.

Pero tengo, como dije, 82 años y, por tanto, una larga y bien vivida experiencia de la  vejez —la mía y la de mis amigos y familiares. La  vejez es un poco — o es mucho – la experiencia de una continua e ininterrumpida pérdida de poderes. “Desistir es la última tragedia”, dijo un escritor poco conocido. Desistir es aquello que van haciendo, sin cesar, los que envejecen. Desistir, palabra horrible. Estamos en verano, momento en que escribo esto, y me vienen las palabras tremendas de un gran poeta inglés del siglo XX (Eliot): “Un viejo, en un mes de sequía”... La vejez, arrugándose, en medio de la desolación y la sequía. Es para esto que servimos los poetas: para encontrar, en pocas palabras, la medalla eficaz y definitiva para una situación, una visión, una emoción o una idea.

La vejez, Señor Primer Ministro, es, con las molestias que arrastra — las físicas, las emotivas y las morales — un período bien difícil de atravesar. Ya alguien la definió como el departamento de los dolidos externos del Purgatorio. Y una gran cuentista de Nueva Zelanda, que respondía al nombre de Katherine Mansfield, con la acertada sensibilidad y sabiduría de la vida, de la que V. Excma. y  su gobierno parece carecer, observó, en uno de los cuentos singulares de su bellísimo libro intitulado The Garden Party: “El viejo Sr. Neave se creía demasiado viejo para la primavera”. Ser viejo es también esto: creernos que la primavera ya no es para nosotros, que no tenemos derecho a ella, que estamos además, dentro de la... Ya fue nuestra, ya, en cierto modo, nos definió. Hoy, no. Hoy, sentimos que ya no interesamos, que, hasta, incomodamos. Todo el discurso político de V. Excmas. los del gobierno, todas vuestras decisiones apuntan en la misma dirección: mandarnos a la cima de la montaña, envueltos en una vieja manta, a la espera de que la bestia mítica (o el frío) venga a matarnos. Quitarnos todo, el confort, el derecho de no sentirnos, no digo amados (sería mucho), pero, de algún modo, útiles: siempre tenemos una pizca de sabiduría casera que propiciar a los más irreflexivos e impulsivos de la nueva casta que nos asola. Mas no. Personas, como yo, estuvimos, hasta después de los 65 años, sin gastar un duro del Estado, con salud o con falta de ella. Siempre, en tanto, descontando una parte importante de su salario, para una ADSE (1), que tal vez nos fuese útil, en un período de necesidad, que se fue antojando distante. Llegado, ya tarde el momento de alguna necesidad, todo nos es retirado, sin una atención, pequeña que fuese, al contrato anteriormente firmado. Es cuando más lo necesitamos para luchar contra la enfermedad, contra el dolor y contra el aislamiento gradualmente creciente, que nos constituimos en blanco favorito del tiroteo fiscal: subsidios (que no pasan de una forma de disfrazar la precariedad salarial), co-participaciones en los costos de la salud, actualizaciones salariales — todo tirado por la borda. Incluyendo, también, ese papel embarazoso que es la Constitución, particularmente odiada por estos nuevos lanzadores de piedras sobre ella. Lo que es preciso es salvar a los ricos, a los bancos, que disfrutan con los poderosos de nuestro dinero y a las empresas de tiburones, que se enriquecen sin arriesgar un pelo, en simbiosis siniestra con un Estado que da lo que no es de él y paga lo que dice no tener, para que ellos se enriquezcan más, pasando a usufructuar lo que también no es de ellos, porque es nuestro.

Ya alguien, aludiendo a la misma falta de sensibilidad de que V. Excma. da pruebas, en relación a la vejez y a sus poderes decrecientes y mal apoyados, sugirió, con humor despiadado, que se mandasen a los viejos y a los jubilados para asilos desguarnecidos, situados, preferentemente, en pisos altos de edificios muy altos: Desde un 14º piso, explicaba, la desolación que se contempla hasta pasa por paisaje. V. Excma. y los de su gobierno exhiben una sensibilidad muy parecida, incluso más en este sentido. V. Excmas. transforman la vejez en un crimen punible en gran medida. Las políticas radicales de V. Excma, y de su robótico Ministro de las Finanzas — sí, porque la Troika informó que las políticas son vuestras y no de ellos... — han llevado a esto: a una total anestesia de los colectivos sociales o simplemente humanos, que caracteriza a aquellos grandes políticos y estadistas que la Historia no confina a míseras notas de pié de página.

Hablé de la vejez porque es el tema que, de momento, tengo más a mano. Pero el sufrimiento devastador, que el fundamentalismo ideológico de V. Excma. está desencadenando por todo el país, afecta mucho más que a la población de los viejos y jubilados. Jóvenes sin empleo y sin futuro a la vista, hombres y mujeres de todas las edades y de todos los caminos de la vida — todo es quemado en el altar ideológico donde arde la llama de un dogma ciego a la fría realidad de los hechos y resultados. Decía Joan Ruddock no creer que radicalismo y buen sentido fuesen incompatibles. V. Excma. y su gobierno prueban que lo son: no hay forma de que convivan pacíficamente. En esto, estoy muy de acuerdo con la sensatez del antiguo ministro conservador inglés, Francis Pym, que tuvo la osadía de avisar a la Primera Ministra Margaret Thatcher (una exponente del extremismo neoliberal), en estos términos: “Extremismo y conservadurismo son términos contradictorios”. Pym pagó, es obvio, la factura: si la memoria no me engaña, fue el primer miembro del primer gobierno de Thatcher en ser despedido, sin poder de reclamación ni agravio. La “conservadora” Margaret Thatcher — como el “conservador” Passos Coelho — quiso mezclar agua con aceite, esto es, conservadurismo y extremismo.

Alguien observaba que los americanos se quedaban muy admirados cuando se sabían odiados. Es posible que, en el gobierno y en el  partido que V. Excma. preside, la mayor parte de sus integrantes no perciba bien (o, percibiéndose, no comprenda), y este labrando en el país, un gran incendio de resentimiento y odio. Daré a V. Excma. — y con esto termino — una pista para un buen entendimiento de lo que está pasando. Atribúyase al Papa Gregorio VII estas palabras: “Yo amé la justicia y odié la iniquidad: por eso, muero en el exilio.” Una gran parte de la población portuguesa, hoy, se siente exilada en su propio país, por el delito de pedir más justicia y más equidad. Tanto una como otra se hacen, cada día, más invisibles. Hay en esto, es obvio, un peligro.

De V. Excma. atentamente,

Eugénio Lisboa (*)

(1) Sistema de Salud de los funcionarios.

(*) El autor fue presidente de la Comisión Nacional de la UNESCO / Consejero Cultural de la embajada de Portugal en Londres entre 1978-1995 / profesor catedrático invitado de la Universidad de Aveiro / y coordinador de enseñanza de la lengua portuguesa en Suecia. Es Doctor Honoris Causa por las Universidades de Nottingham y Aveiro. El Ayuntamiento de Cascais le ha otorgado la medalla del Mérito Cultural. En Mozambique fue sucesivamente administrador y director de las petrolíferas SONAPMOC, SONAREP y TOTAL.

(transcrito y traducido de http://daliteratura.blogspot.pt/index.html)