El estreno de la producción de Electra del Teatro Pérez Galdós, ha venido acompañada desde su anuncio, de cierta polémica, y no precisamente como la provocada en su momento, en 1901, cuando subió a las tablas por vez primera en Madrid. En vez de aceptar el ejercicio democrático de la critica y diversidad de opiniones, el promotor de la idea, el alcalde Saavedra, se ha defendido como gato panza arriba acusando a los discrepantes de querer cerrar la ciudad a la cultura y de atacar con ello al gran referente de la literatura en la isla, Don Benito Pérez Galdós. Y nada más alejado de ello, pues el respeto por el autor grancanario es generalizado, sino que el ciudadano, lo que ha hecho, es ejercer su derecho legítimo a opinar ante un acontecimiento que va a costar a sus bolsillos nada más y nada menos que 400 mil euros, precisamente en momentos de penuria económica como los actuales, en que el derroche del dinero público debe ser, como mínimo, moralmente criticado. Lo que se critica, no es que se reponga un texto de Pérez Galdós, sino las formas, unas formas, que desde que se abrió nuevamente las puertas del histórico coliseo de Las Palmas de Gran Canaria, han estado, reñidas en todo momento con el código de buenas prácticas que debe brillar en la gestión pública. Hay muchos puntos oscuros que deben aclararse cuanto antes para justificar este derroche presupuestario -si es que puede justificarse en los tiempos que corren- que viene siendo normativa en el funcionamiento de dicho teatro, y al que hay que añadir una próxima producción operística wagneriana por 500 mil euros, cuando aun descansa en contenedores sin rentabilidad alguna, una producción anterior de igual calado, que se dijo en su momento iba a proyectar el nombre del Teatro y de la ciudad fuera de de aquí.
Volviendo a Electra, y al margen de que la magna inversión se vea mínimamente reflejada en la calidad del montaje, habría que explicar, por qué se hace esa inversión para sólo tres funciones (tres mil espectadores potenciales, si llenan el aforo) cuya butaca habrían de pagar a 140 € para hacerla rentable. Habrá que explicar también, por qué sólo se hacen esas tres funciones en Canarias, limitando a sólo tres mil personas, la posibilidad de disfrutar de un proyecto puesto en pie con el dinero de todos. Por qué, igualmente, no se ha hecho en plan de co-producción con el Teatro Español e Madrid, donde se dice va a estar unos días a continuación. De esa forma podría entenderse que la mayor parte del casting de la obra no fuera canario a los que se les ha destinado los papeles de menor entidad. ¿Por que tenemos que seguir los canarios subvencionando la programación de teatros de la península como en este caso y encima pagar la contratación de espectáculos que vengan aquí? No se entiende, ya que se ha hecho el gasto, por qué se ha marginado al sector profesional de las islas, no convocando en el Teatro Pérez Galdós un casting que hubiera significado igualdad de oportunidades para toda la profesión, que la hay aquí, buena y perfectamente capaz de acometer con dignidad un proyecto como éste.
Si a esto añadimos la improvisación de una serie de actividades paralelas, más de lo mismo, obviando que en 2001, con motivo del centenario de la obra, la Casa Galdós del Cabildo ya organizó unas jornadas muy parecidas, y que en aquella ocasión se habló de la idea de que un director canario, dirigiera ese montaje, que como tantas iniciativas institucionales, quedó diluida en el tiempo. Y no digamos de esa trasnochada ofrenda floral, cuando el Teatro que lleva el nombre del insigne autor, desde su reinaguración, hace tres años, ha ninguneado la programación teatral. ¿Cargo de conciencia política? Y si el alcalde no lo está haciendo nada bien, que se quede callada su antecesora, responsable de derroches similares o mayores, y de que el Pérez Galdós, haya etado cerrado a la actividad teatral. Nos tememos que la estatua de Galdós, seguirá mirando a la cumbre, marginado de lo que vienen haciendo con el edificio que lleva su nombre, con los ojos vendados, para no ver tanto desastre.