Con el anuncio de la nacionalización de la filial de Repsol YPF en la Argentina, se han disparado posturas de apoyo o condena de uno u otro lado según los intereses respectivos en torno al negocio del petróleo. Es evidente que las medidas emprendidas por la mandataria argentina Cristina Fernández, son económicas, pero también políticas de corte populista en momentos de crisis de poder. Tanto a ella, como, la respuesta del PP en España, constituyen una perfecta cortina de humo para salir del atolladero crítico y de desprestigio popular en que ambos se encuentran. ¿Por qué nacionalizar una empresa energética que en los últimos años estaba cada vez dando menos producción? ¿Por qué hacerlo, cuando ella y el anterior presidente Néstor Kirchner, su marido, aplaudieron más que nadie desde sus puestos de dirigentes locales en la provincia de Santa Cruz la privatización emprendida en los 80 por su correligionario Menem? Y desde el otro lado, ¿Por qué esa "enérgica" defensa del PP a los intereses de Repsol, enmascarándolos como "nacionales"? La causa fundamental habrá que encontrarla además en el dibujo del mapa mundial por el que se está peleando en estos años próximos a la extinción de las reservas petrolíferas. Ello nos ha llevado a conflictos armados injustificables y de amplio alcance inspirados por potencias supranacionales fuera de sus fronteras para defender las reservas existentes dentro de las suyas como eventualidad futura.
Sobre la defensa de los intereses españoles que aduce el equipo Rajoy, y al que ahora se ha unido entusiásticamente el príncipe Felipe, o sea, la casa real, hay que aclarar cuales son esos intereses españoles. Repsol, empresa fundada en 1987 a raíz de la privatización de varias empresas estatales del antiguo Instituto Nacional de Hidrocarburos, está participada actualmente con accionariado de la Caixa (12,9%), la constructora Sacyr Vallehermoso (10,1), la petrolera mexicana Pemex (9,49), los bancos BBVA (3,92) y el francés BNP Paribás, uno de los grandes bancos europeos (3,32), así como la empresa norteamericana Black Rock (3,07), accionariado que es el que defiende el gobierno del PP como intereses españoles. Repsol entró en Argentina aprovechándose de las facilidades dadas por el expresidente Menem para entrar en YPF en 1999 comprando un inicial 14,9 % de acciones, que en una década llegó al 57,43 actual.
El petroleo empezó a explotarse en Argentina a partir del hallazgo del primer pozo en 1907 en Rivadavia. En 1922, a tal fin, se creó por el presidente Yrigoyen la empresa YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) con objeto de conseguir el autoabastecimiento energético, primero de gas y luego de gasolina con la aparición de los automóviles. Desde entonces ha tenido distintos avatares en consonancia con la política argentina desde que fuera derrocado Yrigoyen y se iniciara la "década infame", que continuó con el golpismo de Juan Domingo Perón en los años 40, y su partido Justicialista al que pertenece la actual dirigente Cristina Fernández, sin olvidar los sangrientos regímenes militares hasta el retorno a la democracia. Perón flirteó con la Standard Oil norteamericana distanciándose de la estatalización tradicional de los distintos gobiernos, y Menem dio el puntillazo privatizándola siguiendo el dictado del gobierno norteamericano. El interés y presión de los Kirchen obligó en 2007 a Repsol a darle entrada al grupo Petersen –amigos de la familia- de los Eskenazi. El presidente de Repsol Antonio Brufrau lo hizo de buena gana para acomodarse a los deseos del poder declarando que daba entrada a “un socio experto en mercados regulados”. Para hacer el operativo de quedarse con el 25,40% de las acciones de YPF, Sebastián Eskenazi, cabeza visible de una empresa constructora argentina, se quedó con tres bancos privatizados por Kirchen, pero sólo pagó el seguro de caución y no el dinero de las acciones de las que tiene que afrontar el próximo mes un pago de 400 millones de dólares a los bancos. Ese puede ser el motivo de la ruptura de relaciones entre los Eskenazi y los Kirchen, a los que Cristina ha dado literalmente una patada en el trasero en el control de YPF, ya que el gobierno argentino se ha quedado con un buen paquete de acciones que nadie ha pagado o cobrado.
(seguirá...)