En vísperas de un aniversario más -será el 39- del comienzo de la lucha de liberación del pueblo saharaui, los sicarios del dictadorzuelo rey de Marruecos Mohamed VI, han represaliado brutalmente en el día de ayer en Smara a un grupo de saharuis que se manifestaban pacificamente. El 20 de mayo de 1973, Brahim Gali y El Uali (fallecido pocos años después en combate) asaltaron con sólo 17 hombres y rifles anticuados el fuerte Janquet Quetat, alertando a la potencia colonizadora que el tema iba en serio. Actos contra los elementales derecho humanos como el de ayer, es la continuación del sojuzgamiento sangriento que se viene ejerciendo desde hace años sobre este pueblo que simplemente lucha por su tierra y su libertad, y al que hace dos años se masacró impunemente en los campamentos de Gdim Izik en las afueras de El Aaiun. Recordemos también, la expulsión del Sahara y envío a Lanzarote de la activista pacifista Aminetou Haidar el año anterior y la turbadora, ridícula y cobarde actuación del gobierno Zapatero. No era nada nuevo. La actitud de los distintos gobiernos españoles del posfranquismo ha sido prácticamente idéntica y contraria a las continuas manifestaciones de solidaridad del pueblo español. Habrá que recordar nuevamente, cómo sectores de algunos partidos y de la prensa canaria manipularon e hicieron procaz burla, de la solidaria campaña de envío de gofio para los saharuis que puso en marcha el primer alcalde democrático de la ciudad de Las Palmas José Bermejo. Todos los gobiernos, todos, han cerrado filas y agachado la cerviz, primero con Hassan II y desde hace una década ante su hijo y sucesor Mohamed VI.
Si bien, la presencia española en el Sahara, de manera evidente, hay que fecharla en el último tramo del siglo XIX, refrendada en la conferencia de Berlín de 1884 y 1885, en que las grandes potencias europeas se repartieron, como si fuera el patio trasero de su casa, el continente africano para dibujar el mapa colonial de explotación económica masiva y exterminio étnico hasta la actualidad, no es hasta 1975 que toma carta de naturaleza con la vergonzosa retirada de España de la antigua colonia. La fugaz visita al Sahara en noviembre de ese año del actual rey Juan Carlos, en su calidad entonces de sucesor designado por el propio dictador Franco (que estaba inhabilitado por enfermedad terminal) fue la antesala de la patética e inhumana retirada de Africa, dejando a su suerte a quienes horas antes eran considerados españoles, en vez de facilitarles la autodeterminación. La firma, medio año después del acuerdo del nefasto 14 de abril, que abandonaba al pueblo saharaui a merced de Marruecos y Mauritania, ha conducido a una represión feroz, el levantamiento de un nuevo muro de la vergüenza rodeado de minas antipersonales que divide de norte a sur el Sahara a lo largo de 2000 kilómetros y a la esquilmación de los recursos propios de los saharauis.
En 1949 se descubrió en Fos-Bucraa el yacimiento de fosfatos más grande del mundo, y como consecuencia, la dictadura franquista se aseguró su explotación evitando que lo fuera por el pueblo saharaui que empezaba poco a poco a organizarse. La desaparición literal (a la manera colonial francesa) de Bassiri, padre del nacionalismo saharaui, mientras estaba detenido en la cárcel, culmina con la creación del frente polisario (frente popular de liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro, las dos provincias en que se dividía el protectorado español antes de unirse en 1957 en provincia). Al fosfato, hay que unir la gran posibilidad de bolsas de petroleo (no sólo en el mar), y el cada vez más esquilmado en beneficio de Marruecos del histórico y feraz banco pesquero canario-sahariano, que habrá que convenir, que en contra de su nombre, no es ni canario ni sahariano en materia de explotación.
Lo cierto es que, en contra de los sentimientos de solidaridad del pueblo español, los distintos gobiernos del posfranquismo y el propio rey, como Jefe de Estado, no han condenado abiertamente la política represora y depredadora que sobre el propio pueblo saharaui han ejercido, primero Hassan II y ahora Mohamed VI, a quien el mismo Juan Carlos considera y llama "hermano menor", aunque aquel le desmienta y lo considere su "tío" en un juego político frívolo de parentescos monárquicos. Y considerarse o llamarse "hermano" de un tirano no es digno de elogio. Porque Mohamed, es un tirano sin ambages. Está considerado el séptimo rey más rico del mundo, con un patrimonio de casi dos mil millones de euros, por encima de los reyes de Qatar y Kuwait. Tiene coches de lujos y 5 palacios, además de otras propiedades de postín y posee el 6% del PIB de su país. Su incontrolable riqueza podría perfectamente pagar la deuda externa de Marruecos. Mohamed VI es el primer banquero del país, controla en monopolio aseguradoras, explotaciones agricolas e industrias. Los marroquíes se ven obligados por tanto a comprar sus productos, lo cual incrementa su patrimonio a costa del propio pueblo. Además, el Estado, es decir, el pueblo, se ve obligado a pagarle por ser rey un sueldo que es el doble del que cobran el presidente de Estados Unidos y Francia,así como sus lujos y corruptelas, entre ellos un boeing en el que ha acondicionado un dormitorio, sala de reuniones y de musculación, y en el que se traslada con unas 300 personas de séquito. Como bien lo han definido en un reciente libro Catherine Gracet y Eric Laurent, es un perfecto "rey depredador". Y mientras, 5 millones de súbditos marroquíes tienen que sobrevivir con 10 dirham ( menos de un euro) al día u optar por la emigración.
A la deplorable actitud de España, hay que unir la de otros países europeos, y la propia ONU que ha sido incapaz de conseguir el referendum acordado para decidir el futuro de la zona y que se preveía culminara a finales de los 90. Para colmo, las tropas destacadas por la ONU (la Minurso), se muestran impasibles e inútiles para evitar actos represivos como el de ayer.