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jueves, 21 de mayo de 2015

UN ARMA CARGADA DE FUTURO

Queda muy poco para poder ejercer el derecho a decidir que tenemos constitucionalmente. Tiempo de elegir a quienes van a tomar decisiones políticas los próximos cuatro años. Por eso es imprescindible acudir en masa a los colegios electorales y depositar en las urnas nuestro veredicto. Esta vez tiene que ser la antesala de un nuevo tiempo que deberá culminar en la próxima consulta del otoño  a nivel nacional. Ahora nos toca los ayuntamientos, cabildos y parlamento regional.
Es cierto que la ley electoral no levanta entusiasmos al primar los bipartidismos, y en Canarias, que el voto de algunas islas valgan muchísimo más que el de los habitantes de otras, fomentando que formaciones insularistas pueden imponerse a otras más representativas de la mayoría. Es cierto también, que la conducta de la gran mayoría de los partidos presentes en las instituciones, y sobre todo, la de un buen puñado de sus miembros no ha sido nada ejemplar, incluso, volviéndose a presentar estado bajo imputación. Es cierto que  los políticos se han distanciado en sus trincheras políticas de la ciudadanía que los ha elegido, convertidos en una casta corporativa, y trapicheado, según su conveniencia, con el voto popular. Es cierto, en definitiva, que poco anima a seguir confiando en un sistema, que en sí no es malo, pero que ha sido pervertido y vaciado de contenido en muchos aspectos, y no sólo -reconozcámoslo- debido a la actitud de los políticos sino también a la omisión o dejación de la ciudadanía instalada en su zona de confort asida únicamente al derecho a pataleo. Sin embargo, también es muy cierto, que esta cita electoral se presenta sugerente y con posibilidades de que muchas cosas puedan a cambiar a mejor.
Hay que pasar a la acción, a la militancia democrática, a exigir que quienes votemos cumplan sus promesas, que no pasen cuatro años para que desciendan a pie de calle colgados de las farolas con sus falsas sonrisas prometiendo el oro y el moro, escupiéndonos a la cara lo buenos que han sido. Hay que votar, pero informados lo suficiente como para saber que programa o a qué candidato votar, informarse de todas las opciones posibles por encima de las manipulaciones mediáticas. Votar en consecuencia para exigir consecuentemente. Y no esperar cuatro años para volver a utilizar esta arma tan valiosa que los políticos tanto temen. Estar vigilantes, ser participativos como sociedad civil, no dejándoles libres el terreno para que hagan y deshagan a su antojo.
Hay que ir a votar en conciencia para erradicar la corrupción de las instituciones, a echar a los mentirosos, a los vendidos, a los incapaces, a los soberbios, en definitiva, a quienes mercadean con nuestro voto para vegetar en las instituciones.
Estas elecciones tienen el aliciente de acabar con el bipartidismo, o el oligopolio político. Deben acabar también con la impunidad de la que han hecho gala algunos usufructuando la voluntad popular, trastocando la mayoría democrática en dictadura. A estos hay que negarles el pan y la sal, mandarles a los bancos de la oposición un tiempo para que se curen en salud y puedan sufrir el rigor de la justicia quienes tengan con ella cuentas pendientes.
Hay que limpiar la casa democrática de toda esta basura antes de que el cáncer de la corrupción se extienda más y sea imposible extirparlo. Hay que demostrarles que el poder no es de ellos, sino del pueblo que los vota y a él se debe. Que en todo caso son empleados nuestros que de nuestro dinero viven y somos nosotros quienes los elegimos. Que son servidores de la ciudadanía y como tales tienen que comportarse.
Estemos vigilantes, seamos participativos. Podemos cambiar las cosas, podemos llegar a ser lo queremos, a tener la ciudad, la isla o el país que queremos. Podemos conseguir ser libres. Podemos, debemos y tenemos que lograrlo, con respeto con quienes cumplen y son éticos, pero implacables con aquellos que no. Podemos así darle utilidad a nuestro voto para que sea un arma de cargada de futuro, como dijo el poeta de la poesía.