Hace unas semanas, dio a conocer la Sociedad Filarmónica de Las Palmas de Gran Canaria un folleto en el que recomienda 12 normas de conducta a tener en cuenta en sus conciertos. Entre ellas, que los caramelos para la tos no tengan envoltorio o no se haga ruido con pulseras o abanicos y que las alarmas de los relojes y teléfonos móviles estén desconectados. Asegurarse de "las buenas maneras" de los niños si se lleva a alguno consigo, no hablar ni canturrear, ni llevar el compás de la música con alguna parte del cuerpo, cesar de hablar cuando el director esté dispuesto a empezar el concierto, esperar a una pausa para sacar algo del bolso o el bolsillo, mantenerse en silencio en las pausas entre movimientos musicales "pues si se tose o se habla se rompe el clima de concentración establecido", no abandonar la sala mientras los artistas saludan, o que los enamorados no junten sus cabezas porque quitan visión a los de detrás... Es decir, el próximo concierto en el cementerio. Causa esperpento la medida "de buen estar", que raya en lo discriminatorio al borde del absurdo. Por lo visto, aquellos y aquellas personas que necesiten ir al baño por necesidad o enfermedad, tendrán que hacérselo en el patio de butacas -lo pueden hacer pues no hay norma contra ello-, los niños tendrán que estar, como el resto, completamente en silencio y sin moverse (mejor no vayan parecen desear, aunque el futuro de una Sociedad Filarmonica envejecida esté en peligro), atados a su butaca, aunque la pieza o interpretación que se ofrezca de la misma sea un bodrio. ¿Se podrá bostezar y dormir? Parece que sí. No está prohibido. Ni siquiera roncar, como suelen hacer algunos políticos que van de compromiso o empresarios a quienes se les impone, por eso de que viste, "el impuesto revolucionario" del patrocinio. Si falla el aire acondicionado, habrá que sudar a mares, y si a alguien le da una fatiga, pues a j... El surrealismo llega al máximo cuando se exponen de manera "exquisitamente acústica" y poética los matices de la tos, tos apagada y no-tos: "Una tos, son muchos decibelios de tos. Una tos ahogada con un pañuelo son bastante menos decibelios, la no-tos son menos infinitos decibelios. Procure pues no toser ni carraspear o no olvidar en casa un pañuelo si tiene algo de catarro". Se habla de no juntar cabezas. ¿Y de llevar sombrero? En el siglo XVIII se prohibía entrar con ellos en los teatros si se iba a ver un espectáculo teatral, pero no si se iba a escuchar música, pues para escuchar no hace falta ver. Y este es el caso. ¿Si se produce un espontáneo juntamiento de cabezas o alongamiento hacia adelante de los de delante, se deja de escuchar la música? Con estas reglas, lo que se consigue es desanimar a los amantes de la música clásica a ir en pareja, con catarro, o simplemente enfermos de próstata, y en definitiva a no disfrutar de la música, que es de lo que suponemos se trata, sino a sufrirla. Imponer criterios decimonónicos al disfrute de la música parece ir en consonancia con la imposición elitista de la cultura que se está haciendo en esta ciudad. Parece no ser casualidad, que el presidente de la Sociedad Filarmónica es el propio alcalde, que sigue siéndolo recibiendo subvenciones (como presidente de la Sociedad Filarmonica) que el mismo se da (como alcalde). Irrisorio, si no fuera triste.