Vistas de página en total

miércoles, 14 de diciembre de 2011

DIMITIR ES UN VERBO IRREGULAR


Contrariamente al título de este artículo, en la gramática española, el verbo dimitir, no es irregular. Es decir, no tiene conjugaciones particulares en alguno de sus tiempos. Pero sí es irregular en el uso que hace de él la casta política. Han pasado en menos de 6 meses dos elecciones, y ninguno de los dirigentes políticos de los partidos que han caido en barrena ha presentado su dimisión como responsables del fracaso. Siguen tan campantes en sus puestos y lo peor, viviendo a costa del erario público y otorgándose autosubvenciones. Y aquellos que se han posicionado en las poltronas sin lograr solucionar los problemas -como prometieron hacer en su campaña electoral- que aquejan gravemente al ciudadano, siguen bien apoltronados cobrando un jugoso sueldo a cambio de nada. Les da igual qué número de militantes o votantes les quede. Ellos se las han compuesto pero que muy bien para que pase lo pase siga gobernando la partitocracia compartiendo poder y prebendas gracias a una ley electoral injusta y antidemocrática. Se podrán decir y chillar de lo último: Es pura interpretación y concesión a la galería. Al final saldrán de bracillo y llegarán al consenso 100% a la hora de subirse los sueldos. El país va de cabeza hacia el caos y ninguno se da por aludido en su responsabilidad de usar regularmente el verbo dimitir. Todos miran para otro lado. Del rey abajo todos. La casta se atrinchera ante las criticas de la ciudadanía y pacta a destajo seguir en la pomada, más blindados que la caja fuerte de Knoxx (donde Estados Unidos guarda casi el 10 % de las reservas de oro del planeta). Algunos terminan cambiando los asientos de sus escaños por los de los juzgados, y entonces se sienten víctimas acosadas, pero tristemente vemos como a uno tras otro les van siendo retirados los cargos para estupefacción general. Y no practican dimiting porque saben que a la cárcel ni locos. Están aforados. La cárcel está reservada para los desesperados que acaban en ella por robar un bocadillo, o no pagar sus deudas porque están en el paro. No dimiten porque si lo hacen, ya los banqueros pondrán a otros en las listas. No dimiten, porque ese servilismo les garantiza pellizcar aunque sean las migajas de la gran tarta. No dimiten porque tienen que mantener sea como sea esta ley electoral que les perpetúa en el poder saqueando las arcas públicas con sus chanchullos como truhanes del Mississippi o piratas del Caribe.