La celebración del
primero de mayo como fiesta de los trabajadores viene desde la II Internacional
(1889) en que se acordó como recuerdo y homenaje a los llamados “mártires de
Chicago” represaliados por reivindicar la jornada laboral de ocho horas. En esa
época, la ciudad norteamericana de Chicago era la segunda en importancia del
país, que venía llevando un gran impulso industrial, y por tanto, punto de
atracción de inmigrantes. Italianos, alemanes. Españoles irlandeses, rusos y
polacos, fundamentalmente, así como de otras regiones de USA, componían la
principal mano de obra industrial fuertemente explotada por las industrias. El
1 de mayo de 1886, se convocó una huelga ampliamente secundada para conseguir
reducir la jornada a 8 horas. Como refuerzo, se citó una gran manifestación
para el 4 de mayo, a la que acudieron a la plaza de Haymarket más de 20.000
trabajadores, que sufrieron la represión de numerosos policías. Como suele
ocurrir, elementos infiltrados hicieron explosionar una bomba, que sirvió como
excusa para despedir a miles de obreros, disparar a los manifestantes causando
muchos heridos, y detener una treintena de sindicalistas anarquistas, algunos
de ellos llevados a la horca tras la farsa de un juicio imparcial y
antidemocrático.
Concluido el juicio
en agosto de 1886, fueron condenados a muerte George Engel (tipógrafo), Adolf
Fischer (periodista), August Spies (periodista y director del Arbeiter
Zeitung), Louis Lingg (carpintero) y Albert Parsons, que a pesar de no estar
presente en las manifestaciones se entregó en solidaridad con sus compañeros. A
cadena perpetua, el pastor metodista Samuel Fielden y Michael Schwab, mientras
que Oscar Neebe, a 15 años de trabajos forzados.
Se les concedió el uso de la palabra a los
sentenciados. Sus discursos se conservan y algunos fragmentos aparecen
reproducidos con mayor información en: http://www.ugt.es/ugtpordentro/historia1demayo.htm
DISCURSO
DE AUGUST SPIES (Director del
“Arbeiter Zeitung”, 31 años. Nacido en Alemania Central)
“Al dirigirme a este
Tribunal lo hago como representante de una clase social enfrente de los de otra
clase enemiga, y empezaré con las mismas palabras que un personaje veneciano
pronunció hace cinco siglos en ocasión semejante: "Mi defensa es vuestra
acusación; mis pretendidos crímenes son vuestra historia"…
Se me acusa de
complicidad en un asesinato y se me condena, a pesar de que el ministerio
público no ha presentado prueba alguna de que yo conozca al que arrojó la
bomba, ni siquiera de que en tal asunto haya tenido yo la menor intervención.
Sólo el testimonio del procurador del Estado y las contradictorias
declaraciones de testigos pagados por la Policía, pueden hacerme aparecer como
criminal…
Y si no existe un hecho
que pruebe mi participación o mi responsabilidad en el asunto de la bomba, el
veredicto y su ejecución no son más que un crimen maquiavélicamente concebido y
fríamente ejecutado, como tantos otros que registra la historia de las
persecuciones políticas y religiosas…
¿Qué hemos dicho en
nuestros discursos y en nuestros escritos?
Hemos explicado al
pueblo sus condiciones y las relaciones sociales; le hemos hecho ver los fenómenos
sociales y las circunstancias y leyes bajo las cuales se desenvuelven; por
medio de la investigación científica hemos probado hasta la saciedad que el
sistema del salario es la causa de todas las iniquidades, iniquidades tan
monstruosas que claman al cielo… Que tal o cual teoría, tal o cual diseño de
mejoramiento futuro, no eran materia de elección, sino de necesidad histórica,
y que para nosotros la tendencia del progreso era la de una sociedad de
soberanos en la que la libertad y la igualdad económica de todos produciría un
equilibrio estable como base y condición del orden natural.
Ya he expuesto mis
ideas. Constituyen una parte de mí mismo. No puedo prescindir de ellas, y
aunque quisiera no podría. Y si pensáis que habréis de aniquilar esas ideas,
que ganan más y más terreno cada día, mandándonos a la horca; si una vez más
aplicáis la pena de muerte por atreverse a decir la verdad -y os desafiamos a
que demostréis que hemos mentido alguna vez-, yo os digo que si la muerte es la
pena que imponéis por proclamar la verdad, entonces estoy dispuesto a pagar tan
costoso precio. ¡Ahorcadnos! La verdad crucificada en Sócrates, en Cristo, en
Giordano Bruno, en Juan Huss, en Galileo, vive todavía; éstos y otros muchos
nos han precedido en el pasado. ¡Nosotros estamos prontos a seguirles!”.
El discurso de Spies, interrumpido sin cesar por el
juez, duró más de 2 horas.
DISCURSO
DE MICHAEL SCHWAB (Nacido en Baviera,
Alemania. Tipógrafo. Tenía 33 años en el momento del juicio)
Habláis de una
gigantesca conspiración. Un movimiento social no es una conspiración, y
nosotros todo lo hemos hecho a la luz del día. No hay secreto alguno en nuestra
propaganda. Anunciamos de palabra y por escrito una próxima revolución, un
cambio en el sistema de producción de todos los países industriales del mundo,
y ese cambio viene, ese cambio no puede menos que llegar...
El socialismo, tal como
nosotros lo entendemos, significa que la tierra y las máquinas deben ser
propiedad común del pueblo. La producción debe ser regulada y organizada por
asociaciones de productores que suplan a las demandas del consumo. Bajo tal
sistema todos los seres humanos habrán de disponer de medios suficientes para
realizar un trabajo útil, y es indudable que nadie dejará de trabajar…
Tal es lo que el
socialismo se propone. Hay quien dice que esto no es americano. Entonces, ¿será
americano dejar al pueblo en la ignorancia, será americano explotar y robar al
pobre, será americano fomentar la miseria y el crimen? ¿Qué han hecho los
partidos políticos tradicionales por el pueblo? Prometer mucho y no hacer nada,
excepto corromperlo comprando votos en los días de elecciones. Es natural
después de todo, que en un país donde la mujer tiene que vender su honor para
vivir, el hombre se vea obligado a vender su conciencia...
DISCURSO
DE OSCAR NEEBE (Nacido en
Filadelfia, de padres alemanes, no era obrero, sino vendedor de levaduras en
una empresa propiedad de su familia. Desde su adolescencia trabajó a favor de
los desheredados y organizó varios importantes sindicatos por oficio).
“Durante los últimos
días he podido aprender lo que es la ley, pues antes no lo sabía. Yo ignoraba
que pudiera estar convicto de un crimen por conocer a Spies, Fielden y
Parsons...
Con anterioridad al 4 de
mayo yo había cometido ya otros delitos. Mi trabajo como vendedor de levaduras
me había puesto en contacto con los panaderos. Vi que los panaderos de esta
ciudad eran tratados como perros... Y entonces me dije: "A estos hombres
hay que organizarlos; en la organización está la fuerza". Y ayudé a
organizarlos. Fue un gran delito. Aquellos hombres ahora, en vez de estar
trabajando catorce y dieciséis horas, trabajan diez horas al día... Y aún más:
cometí un delito peor... Una mañana, cuando iba de un lado a otro con mis
trastos, vi que los obreros de las fábricas de cerveza de la ciudad de Chicago
entraban a trabajar a las cuatro de la mañana. Llegaban a su casa a las siete u
ocho de la noche. No veían nunca a su familia; no veían nunca a sus hijos a la
luz del día... Puse manos a la obra y los organicé… Habéis probado que organicé
asociaciones obreras, que he trabajado por la reducción de horas, que he hecho
cuanto he podido por volver a publicar el "Arbeiter Zeitung": he ahí
mis delitos. Pues bien: me apena la idea de que no me ahorquéis, honorables
jueces, porque es preferible la muerte rápida a la muerte lenta en que vivimos.
Tengo familia, tengo hijos, y si saben que su padre ha muerto lo llorarán y
recogerán su cuerpo para enterrarlo. Ellos podrán visitar su tumba, pero no
podrán, en caso contrario, entrar en el presidio para besar a un condenado por
un delito que no ha cometido. Esto es lo que tengo que decir. Yo os suplico:
¡Dejadme participar de la suerte de mis compañeros! ¡Ahorcadme con ellos!”.
DISCURSO
DE ADOLF FISCHER (Nacido en Bremen,
Alemania. Periodista. Tenía 30 años)
“No hablaré mucho;
solamente tengo que protestar contra la pena de muerte que me imponéis, porque
no he cometido crimen ninguno. He sido tratado aquí como asesino y sólo se me
ha probado que soy anarquista. Pero si yo he de ser ahorcado por profesar mis
ideas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no
tengo nada que objetar. Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente
pasión por la redención de la especie humana, entonces yo lo digo muy alto:
disponed de mi vida.
Yo no he cometido en mi
vida ningún crimen… Si creéis que con este bárbaro veredicto aniquiláis
nuestras ideas, estáis en un error, porque éstas son inmortales. Este veredicto
es un golpe de muerte dado a la libertad de imprenta, a la libertad de
pensamiento, a la libertad de palabra, en este país. El pueblo tomará nota de
ello. Es cuanto tengo que decir”.
DISCURSO DE GEORGE ENGEL (Alemán de nacimiento, había emigrado a los EEUU en
1873, estableciéndose primero en Nueva York y Filadelfia. Tipógrafo y
periodista. Tenía 50 años al ser condenado a la horca)
“Es la primera vez que
comparezco ante un Tribunal americano, y en él se me acusa de asesinato. ¿Y por
qué razón estoy aquí? ¿Por qué razón se me acusa de asesino? Por la misma que
tuve que abandonar Alemania, por la pobreza, por la miseria de la clase
trabajadora.
Aquí también, en esta
"libre república", en el país más rico del mundo, hay muchos obreros
que no tienen lugar en el banquete de la vida y que como parias sociales
arrastran una vida miserable. Aquí he visto a seres humanos buscando algo con
que alimentarse en los montones de basura de las calles.
¿En qué consiste mi
crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social en que
sea imposible el hecho de que mientras unos amontonan millones utilizando las
máquinas, otros caen en la degradación y en la miseria. Así como el agua y el
aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de
ciencia deben ser utilizadas en beneficio de todos. Vuestras leyes están en
oposición con las de la Naturaleza, y mediante ellas robáis a las masas el
derecho a la vida, a la libertad y al bienestar...
Yo no combato
individualmente a los capitalistas; combato el sistema que da el privilegio. Mi
más ardiente deseo es que los trabajadores sepan quiénes son sus enemigos y
quiénes son sus amigos. Todo lo demás yo lo desprecio; desprecio el poder de un
Gobierno inicuo, sus policías y sus espías. Nada más tengo que decir”.
DISCURSO DE SAMUEL
FIELDEN (Pastor metodista y obrero
textil. Tenía 39 años. Había nacido en Inglaterra)
“Se me acusa de excitar
las pasiones, se me acusa de incendiario porque he afirmado que la sociedad
actual degrada al hombre hasta reducirlo a la categoría de animal ¡Andad! Id a
las casas de los pobres, y los veréis amontonados en el menor espacio posible,
respirando una atmósfera infernal de enfermedad y muerte...
Yo amo a mis hermanos,
los trabajadores, como a mí mismo. Yo odio la tiranía, la maldad y la
injusticia. El siglo XIX comete el crimen de ahorcar a sus mejores amigos. No
tardará en sonar la hora del arrepentimiento. Hoy el sol brilla para la
Humanidad, pero puesto que para nosotros no puede iluminar más dichosos días,
me considero feliz al morir, sobre todo si mi muerte puede adelantar un solo
minuto la llegada del venturoso día en que aquél alumbre mejor para los
trabajadores. Yo creo que llegará un tiempo en que sobre las ruinas de la
corrupción se levantará la esplendorosa mañana del mundo emancipado, libre de
todas las maldades, de todos los monstruosos anacronismos de nuestra época y de
nuestras caducas instituciones”.
DISCURSO
DE ALBERT PARSONS (De 38 años, ex
candidato a la Presidencia de los EEUU, había nacido en el Sur, en Alabama, y
peleado en la guerra de secesión. Luego abandonó fortuna y familia -que, de
paso, lo había repudiado por casarse con una mexicana de origen indígena- para
dedicarse a la propagación de ideas socialistas)
Este proceso se ha
iniciado y se ha seguido contra nosotros, inspirado por los capitalistas, por
los que creen que el pueblo no tiene más qué un derecho y un deber, el de la
obediencia.
¿Creéis, señores, que
cuando nuestros cadáveres hayan sido arrojados a la fosa se habrá acabado todo?
¿Creéis que la guerra social se acabará estrangulándonos bárbaramente? ¡Ah, no!
Sobre vuestro veredicto quedará el del pueblo americano y el del mundo entero,
para demostraros vuestra injusticia y las injusticias sociales que nos llevan
al cadalso...
Yo estaba libre y lejos
de Chicago cuando vi que se había fijado la fecha de la vista de este proceso.
Juzgándome inocente y sintiéndome asimismo que mi deber era estar al lado de
mis compañeros y afrontar con ellos, si era preciso, la sentencia; que mi deber
era también defender desde aquí los derechos de los trabajadores y la causa de
la libertad y combatir la opresión, regresé sin vacilar a esta ciudad… Sólo
tengo que añadir: aún en este momento no tengo de qué arrepentirme”.
El discurso de Parsons duró ocho horas
y lo pronunció en dos sesiones, los días 8 y 9 de octubre de 1886).
Conocidas las condenas a
muerte, hubo una gran movilización popular en todos los Estados Unidos y
algunos países europeos para lograr anular la sentencia, con masivos mítines
callejeros en contra en Berlín, París y Londres.
A pesar de todo, poco
después, se fue aceptando la reivindicación de la jornada laboral de 8 horas,
aunque en Estados Unidos, el día del trabajador no se celebra el 1 de mayo sino
el Labor Day, el primer lunes de septiembre.
Testigo de excepción del
juicio fue el poco después libertador de Cuba, José Martí, en ese momento
asistente como corresponsal del periódico La Nación de Buenos Aires donde
reflejó el momento:
...salen de sus celdas. Se dan la mano,
sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con
esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una
mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la
concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un
teatro... Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en
el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita:
"la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas
palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un
ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza
espantable...
En 1954, el polémico Papa Pío XII quiso dar carácter religioso a esta
celebración que se venía desde el siglo XIX llevando a cabo en todo el mundo
por los trabajadores, declarándola festividad de San José Artesano.