Vistas de página en total

miércoles, 22 de febrero de 2012

23-F...

Escribo un 23 de febrero, 31 años después de la ignominiosa tarde en que el golpista Tejero y simpatizantes amenazaron una vez más la libertad en España. El no haber sabido cerrar definitivamente aquella herida a la democracia, ha provocado siempre dudas, de si el ultraderechismo inspirador, con raíces en la dictadura franquista, ha seguido latente o levantaría de nuevo cabeza. El dictador sigue enterrado en su templo de horror, mientras todavía muchos caídos del bando legal, pero perdedor, siguen esperando en cunetas o tumbas anónimas ser encontrados por sus familiares. Para colmo, 31 años después de aquel hecho funesto, un juez es sentado en el banquillo de acusados por querer investigar los delitos propiciados por el franquismo. 31 años después, todavía es peligroso manifestarse en la calle pacíficamente a favor de unos derechos humanos básicos y hay jefes de policía que siguen considerando y denominando al pueblo soberano como "enemigo". Y ese jefe de policía, que sepamos, 48 horas después sigue tan campante en su cargo. Vivimos un tiempo de privilegio para la cúpula vaticanista española, como lo fue en la dictadura, a diferencia de que ahora existe una Constitución democrática que define España como estado aconfesional. Esta cúpula vaticanista aparece periódicamente en la prensa de manera sistémica en un plan previamente organizado con declaraciones provocadoras para aquellos ciudadanos no creyentes o creyentes en otras religiones y filosofías. La presentación en la galería madrileña Fresh Gallery de una exposición fotográfica del artista canadiense Bruce laBruce denominada "Obscenity" ha puesto en marcha el ultraderechismo español como en los viejos tiempos en que atentaban contra librerías al más puro estilo nazi. La ultraderecha, se característiza por la arrogante violencia, muchas veces física, aunque su uso no le sea indispensable. La mentalidad violenta les define en su fin de aniquilar por medio del miedo la forma de pensar de los demás. El ultraderechista vive en un estado de crispación contínua y para él, solo hay correligionarios o enemigos. Necesitan ciega unanimidad a su alrededor y acuden corrientemente a manipular los sentimientos religiosos con el ejemplo de la expulsión de los mercaderes del templo por Cristo como bandera. Se consideran mesiánicos, llamados a la salvación ajena y de la patria. Otra de sus características es la cronofobia, horror visceral al paso del tiempo. Duverger decía que a un fascista le gusta cantar más bien el ayer para encontrar la tradición perdida, o sea, el inmovilismo y la nostalgia. Son irracionales, atrapados en el revelador grito del legionario Millán Astray de "¡Muera la inteligencia!". La ultraderecha en España ha hecho acto de presencia en España hace unos días rompiendo en la madrugada los cristales de la galería citada. Si preocupante es esta acción, claramente en contra del derecho al ejercicio de la libertad, preocupante es también que militantes de la denominada "Alternativa Española" se apostaran poco después -en sospechosa relación- ante la galería para manifestarse contra la exposición que consideran ofensiva e irreverente para los católicos. Además, han amenazado como acto de presión con rezar el rosario cada viernes mientras siga abierta la exposición. No tenemos constancia de que la cúpula eclesial española haya comentado algo al respecto, otorgando -como se dice- al callar; imponiendo su criterio a costa de la libertad de los demás, de aquellos que pueden considerar ofensivo o irreverente para la realización del ser humano muchas prácticas animadas por esta Curia. Y hasta ahora, nadie lo ha dicho, ni les ha amenazado violentamente. Solo les ha pedido el mismo respeto que ellos exigen basándose en no sé que derecho.