Con la suspensión del Baltasar Garzón como juez de la Audiencia Nacional, donde venía trabajando contra la corrupción y el narcotráfico desde hace 22 años, el juez Luciano Varela y sus secuaces del Supremo han escrito la peor página y más bochornosa, de la justicia española en sus 30 años de democracia. Se ha dado un duro golpe a la convivencia de todos los españoles, sumiendo el país en la más trágica caricatura jurídica ante los los países demócratas del mundo y altos organismos. Este viernes 14 de mayo, viernes negro, los seguidores del dictador, que han pasado de rositas todos estos años por mor de la llamada "reconciliación nacional" impulsada por las fuerzas progresistas que ellos han perseguido y asesinado, han vuelto a salirse con la suya. Y no ocultan su zafia satisfacción. ¿A qué irán en la próxima? ¿Qué ánimo revanchista les mueve? La caja de pandora abierta por Luciano Varela -que pasara a la historia nefastamente como el juez que le dio alas al franquismo después 45 años de muerto el dictador- y sus compañeros de viaje, ha sido un acto irresponsabilidad, en el que han convergido, las filias de algunos jueces con el conservadurismo más recalcitrante politizando la justicia, con las fobias personales de otros contra quien llamaban despectivamente "juez estrella". Dos acciones que nada tienen que ver con la administración de justicia y que desacreditan a la cúpula de un Estamento tan en decadencia y crísis, como lo está el político o el eclesiástico en este país. Estos jueces han ido vertiginosos en el proceso -contra lo habitual en la justicia-, para consumar su vendetta particular, en la que tiene también mucho que ver, el inconfesado objetivo de apartar al juez del caso Gürtel, para ralentizar o abortar la investigación y darle el balón de oxígeno que necesita en este momento como agua de mayo -nunca mejor dicho- el PP para dar el salto a la Moncloa. Han ido como una locomotora en satisfacer sus intereses, sin importarles las familias de las víctimas del franquismo, que ven con estupor como nuchos años después, los cuerpos de sus antecesores siguen sin desenterrarse y cómo correligionarios de los culpables de las desapariciones y asesinatos, indemnes en la calle con una insultante sonrisa de satisfacción. La ciudadanía no debe ni puede quedar impasible ante esta vergonzosa resolución de quienes deberían ser digno ejemplo de una nación. Su irresponsabilidad es grande porque la espiral abierta es peligrosísima para la propia democracia. Nos lleva además al ridículo ínternacional más espantoso y a la posibilidad cada vez más cercana de que algunos jueces de otros países pongan a España en la picota de los Derechos Humanos por esta acción. Quienes la han causado o apoyado activa o pasivamente, que carguen también con su responsabilidad histórica. Garzón contará siempre con el apoyo y la estima de los demócratas de España y del mundo. La Historia a él si le absolverá.