Muchos se preguntarán por qué la SGAE acapara tanto interés general informativo e incluso preocupación, siendo una asociación de caracter privado. Podrían ser varias las causas, fundamentalmente, el que siendo privada gestiona los derechos de unos 100 mil autores, derechos que han conseguido relevancia social con el desarrollo de las industrias culturales. La revolución de los medios de difusión masiva de las obras de autor en los últimos años -en que se ha hecho mucho más asequible para el receptor su consumo- ha obligado a intervenciones de gran alcance y hasta ministeriales para defender estos derechos, cosa antes impensable. Al ritmo de la revolución tecnológica antes citada, la ley de propiedad intelectual, ha tenido que incidir en igual medida desde el terreno político. La actual SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) nació como tal en 1988 para amoldarse a los cambios democráticos, después de ser durante el franquismo por decreto -como Sociedad General de Autores de España- "la única representante legítima" de los autores. Fue la adaptación totalitaria de la originaria Sociedad de Autores de España creada en 1899 a instancias del periodista y autor teatral Sinesio Delgado y el compositor de zarzuelas Ruperto Chapí. Aquel objetivo inicial surgía para defender a los autores del monopolio de los agentes intermediarios que controlaban las salas y editoras. Por lo tanto, fin primordial de esta Sociedad sigue siendo que sus socios autores cobren cada vez que se difunda su obra por cualquier medio que sea. O sea, que si no puede mantener las expectativas de ingresos de los autores, tanto aparato burocrático y proliferación de cargos, no se justifica.
La SGAE de la mano de Teddy Bautista dio un salto cualitativo tecnológico y organizativo que la llevó a ser una de las mayores sociedades de gestión del mundo. Parafraseando a Felipe Gonzalez, en aquello de que se puede morir de éxito, el gran crecimiento de la SGAE sin previsiones, ha terminado por dejarla tocada, y no sólo con la llegada de la crisis, sino ya desde el momento en que siendo el PP oposición política abanderó contra la anterior LPI (ley de propiedad intelectual) el malestar general de los consumidores a causa del discutible canon. Ahora el PP en el poder, ha sacado adelante un anteproyecto de LPI que tampoco gusta y mucho menos a los autores. En España, la politización contagia todos aquellos colectivos que se constituyen para defender sus intereses. Es lógico en cuanto se trata de personas que tienen sus ideas de como deben ser y ponerse en marcha las cosas, sobre todo si afectan a su economía particular. Y la SGAE es un grupo social muy numeroso donde, como en cualquier estamento democrático es normal y lícito las diferencias ideológicas. Sin embargo, estamos acostumbrado, pues lo palpamos diariamente, a que estas diferencias ideológicas, y también de formas de gestionar un grupo social, suelen solaparse con la lucha por el poder. Puede ser que eso sea en gran parte lo que esté ocurriendo en la SGAE, con el lamentable espectáculo que viene ofreciendo en los últimos meses (e consonancia con el resto de instituciones del país) con tanto meneo de apoyos y traiciones en las alturas, ante el estupor de algunos de sus veteranos socios. Si fuera así, un simple juego de tronos, los conspiradores demagogos acabarán siendo desenmascarados más pronto que tarde. Pero en el fondo hay una realidad, denunciada constantemente en el seno de la entidad como la de posible bancarrota de la misma ante una mala gestión manifiesta y su ruptura en momentos en que la unidad para afrontar los problemas es más que necesaria. Su presidente Reixa parece haberse apuntado a ese mal endémico que se sufre en España por la erótica del poder y le lleva a seguir agarrado al sillón sí o sí. Si lo vemos en las instancias políticas más altas del país, cómo va a ser distinto en cuaquier otro colectivo, llámese partido político, sindicato, banco o asociación. Con todos los puntos oscuros que cada día se denuncian en la gestión de Reixa, sería lo más digno por su parte reconocer los errores y decir que se ha equivocado, incluso a lo mejor con buena fe e irse. pero no. Sigue erre que erre, enfrentando a tirios y troyanos y dinamitando una sociedad centenaria, que ni el peor enemigo exterior podría hacerlo mejor. Sus propios compañeros de viaje en la candidatura que le llevó al poder con el slogan de una nueva SGAE, lo están abandonando y piden que mañana martes en la reunión de la Junta Directiva, se debata su continuidad en la presidencia. Será punto central de la reunión y apuestan al parecer como candidato por José Luis Acosta, persona proveniente como el propio Reixa del sector audiovisual, cosa que no gusta a los músicos que se consideran mayoría considerable en el seno de la Sociedad. La cantante Mercedes Ferrer ya ha expresado ante esa eventualidad que sería una solución muy traumática y que no cree que nadie quiera enfermar ni enloquecer a estas alturas. Por otro lado, están las editoras, controladas por las multinacionales Sony y Warner, que suelen derivar el voto hacia un sector u otro según conveniencia, y en este momento lo harán a quien les siga beneficiando -como ha hecho Reixa- si al final tira la toalla u otro bando en contra de los músicos. Si mañana no se consigue una solución satisfactoria, todo parece indicar que la SGAE dejará de ser la única que administre los derechos de gestión de los autores. Se ha puesto en marcha como alternativa Autoralia, la cual ya ha difundido sus estatutos y anunciado que cobrará menos descuentos por recaudación, sin que en principio eso signifique renunciar a la SGAE y seguir cobrando de ésta anticipos y liquidaciones. A esta nueva piedra en el camino en la gestión de Reixa (ataque a un sector de miembros de la SGAE, nombramientos y destituciones conflictivas, desamortización de la Fundación Autor, reparto discutible del pendiente de justificar, alineamiento con las editoras multinacionales, anuncio de recaudación más baja en el segundo semestre del año. tibieza ante la LPI...) se ha sumado recientemente la filtración de un ERE del personal de SGAE propuesto por la empresa asesora Boston Consulting Group. Todo ello contrastando con la información desvelada respecto a la redecoración de despachos de altos dirigentes en casi 8 mil euros -caso de la Directora General Natalia Garzón- camuflados en varias facturas para escapar al control especificado en la SGAE. Ya hoy mismo, según informa Tele 5, el Consejo de Dirección de la entidad ha decidido profundizar en la reforma de ésta a raiz del estudio de la Consultora citada, para darle mayor eficiencia, dejando en mano la reducción de plantilla entre la Dirección General y el comité de Empresa.
La Junta Directiva de la SGAE está compuesta por 39 miembros repartidos entre 16 provenientes del Colegio de Pequeño Derecho (músicos), 9 del de obras audiovisuales (directores, realizadores y guionistas), 8 el editorial (editoras musicales) y 6 del de Gran Derecho (artes escénicas y música sinfónica) y de entre ellos saldría el nuevo presidente si lo hay, que parece dirimirse entre José Miguel Fernández Sastrón y José Luis Acosta, habiendo declarado su renuncia, otros candidatos como Miguel Hermoso, Fermín Cabal o Antonio Onetti. Sin embargo, puede surgir cualquier sorpresa, o que cale la carta, firmada por casi 200 socios (entre ellos Alejandro Sanz, Marta Sánchez, Ariel Roth, Santiago Auserón, Antonio Carmona, Rosario Flores, Lolita, Álvaro Urquijo) en la que piden a la Junta Directiva que aparque sus discrfepancias y no provoque cambios innecesarios, preocupados "ante las desconcertantes y degradantes noticias que aparecen en los medios de comunicación" sobre la SGAE.