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lunes, 23 de abril de 2012

DE DRAGONES Y LIBROS

Hoy, 23 de abril, se celebra el día mundial del libro y de los derechos de autor. La fecha, fue acordada internacionalmente -a propuesta, entre otros, de la Federación de gremios de Editores españoles- por la Unesco en 1995. La razón fundamental que dio la Unesco para instaurarlo, fue la de que el libro ha sido durante siglos el medio más poderoso de extensión y conservación de la cultura. Poco después, pondría en marcha la idea de capital mundial del libro, para homenajear aquellas ciudades que se signifiquen por sus especiales esfuerzos en pro de los libros, su difusión y apoyo al derecho de autor. 
Se escogió la fecha del 23 de abril, partiendo de que en esa onomástica fallecieron dos de los más grandes escritores de la historia de la literatura mundial: William Shakespeare y Miguel de Cervantes. La misma fecha, aunque no exactamente el mismo día, pues, los ingleses seguían rigiendose por el calendario Juliano -en vigor desde el año 46 d.c y llamado así en honor de Julio César- en vez del calendario gregoriano, instaurado en 1582 por el papa Gregorio XIII (actualmente en vigor en casi todo el mundo), para adecuar las fiestas litúgicas al año "civil" del trópico de 365 días, 5 horas, 48 minutos, 45 segundos, que obliga al año bisiesto cada cuatro años para su ajuste. Por tanto, Shakespeare falleció el 23 de abril juliano, que exactamente era el 4 de mayo gregoriano.

Pero, festejar, un 23 de abril, la fiesta del libro, no ha sido invento reciente. Lo fue del periodista y editor valenciano, Vicente Clavel, que además de reconocido escritor, difusor del libro, destacó como dirigente republicano. Así lo planteó en 1922, pero festejándola el 7 de octubre, fecha conmemorativa del supuesto nacimiento de Cervantes, autor que fue siempre su guía. Al pasarse la celebación a partir de 1930 al 23 de abril, viene coincidiendo en Cataluña con la festividad de Sant Jordi en la que convive la costumbre de que los hombres regalen una rosa a las mujeres, y éstas un libro a los hombres. La tradición de esta costumbre proviene de la misma leyenda de San Jorge, o Jorge de Capadocia, soldado romano que vivió a fines del siglo III, en la época del emperador Diocleciano -la más dura de la represión contra los cristianos- y que como consecuencia de su fe acabó siendo degollado, según el santuario cristiano. Sin embargo, su vinculación a la leyenda medieval en que mata a un dragón, es posterior, aproximadamente del siglo IX. Cuenta la leyenda (cuyo origen concuerda con el mito pagano de Perseo que libera a Andrómeda de la górgona Medusa) que en cierto pueblo, un dragón guardaba la fuente de que se suministraba de agua y para desviar su atención, el pueblo le ofrecía como tributo al citado dragón una víctima elegida al azar, hasta que aparece San Jorge en un caballo blanco y mata al dragón, salvando así a la princesa que iba a devorar. Entronca esta leyenda con la época de los famosos libros de caballerías, y algunos han visto la visualización de una metáfora en que San Jorge sería la religión que, cabalgando sobre la iglesia (caballo), derrota a los infieles (dragón). Porque contrario de los dragones orientales (China y Japón) que los considera benefactores, en la tradición occidental, los dragones fueron considerados símbolo de apostasía y traición, en definitiva, del mal. La propia palabra, draco, significaba serpiente, por lo que se asociaba con lo demoníaco. En la biblia, se describe el Leviathan (monstruo marino) con las características del dragón como "rey de las bestias". En otras culturas, se les consideraba portadores de riqueza, poder  y sabiduría, como bien se expresa en el poema épico germano del siglo XIII el "Cantar de los Nibelungos", en que Siegfrid, mata al dragón Fafner que custodiaba el tesoro de los míticos enanos Nibelungos, se queda esa fortuna y consigue la invulnerabilidad al bañarse en su sangre.