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jueves, 8 de abril de 2010
SENTADO EN EL MISMO BANQUILLO
El magistrado del Supremo Luciano Varela, haciéndose eco de las acusaciones de tres organizaciones facistas españolas, por fin ha dado el paso decisivo para sentar al juez Garzón en el banquillo. Lo ha hecho con los cargos de prevaricación. Con el mismo articulado de la ley a la que se agarra, también podrían ser los cargos, de imprudencia grave. La diferencia está en la cantidad de años de inhabilitación. Por el primero podrían caerle hasta 20 años, por el segundo, sólo 6. ¿Por qué esa furibunda persecución al juez Garzón? ¿Por qué, precisamente cuando se ha destapado la escandalosa trama corrupta del Partido Popular en el caso Gürtel? ¿Por qué, tres organizaciones fascistas, que siguen fieles a sus principios antidemocráticos,pasan de acusados a acusadores apoyándose en el orden cosntitucional al que desprecian? ¿Qué trama más poderosa que la propia urdida por algunos jueces, cierta prensa, y cierto partido, puede llevar al traste la larga lucha por la democracia en España? Creo, que este caso extremo, está siendo tomado muy a la ligera por aquellos estamentos a los que les debiera preocupar muy mucho el sesgo que están tomando los acontecimientos. Y ésto sólo ayuda a generar más desesperación y perplejidad en el ciudadano de la calle, que se encuentra cada vez más desarmado para enfrentarse a esta crísis, no sólo económica, sino política, social y moral, que está llevando el país a un callejón sin salida, donde todo vale y es permisible. El silencio de los máximos reponsables de los distintos estamentos en España es sospechoso y preocupante. El auténtico delito de Garzón ha sido sacar a la luz lo que realmente fue el franquismo, al que con este apoyo del Supremo se le quiere dar ya la absolución final por muchas víctimas de su sanguinaria actuación que queden aun por salir a la luz. Pero no sólo la de aquellos que fueron salvajemente asesinados por defender un orden constitucional y sus ideas, sino también la de otros muchos agraviados que sufrimos un tiempo su ominosa dictadura. Con su desaparición física, pensamos ilusioramente que las cosas cambiarían. Pero parece ser que no, que cambiaron para seguir igual o peor. Por tanto, como muchos miles de ciudadanos de a pie, yo también me siento a partir de hoy en ese banquillo de acusados junto a Garzón. Si ya cada vez menos, confiamos en la Justicia, en la cúpula eclesiastica, en la casta política y empresarial, y así hasta un largo etcetera, ¿Qué más nos puede esperar?
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