Recientemente he visto con frecuencia como los políticos en vez de intentar solucionar los problemas que aquejan a sus electores -y más en los tiempos que corren-, se escudan en la cantinela de que no hay dinero y como mucho, se limitan a pedir que se le den alternativas porque no saben como salir del atolladero. En primer lugar, eso para mí dice mucho de su nivel y de que por supuesto no están a la altura, y por otro, si es así, que no saben o pueden resolver, mejor se vayan, dejen de ganarse inmerecidamente el sueldazo con dinero público, y dejen paso a quien si sabe y tiene lo que hay que tener para encontrar soluciones. Sobre la cultura en concreto, que es lo que está ahora en el candelero por los "famosos" recortes, yo, como otros tantos ciudadanos de a pie, creo que sí podemos dar alternativas, en cuanto dinero sí hay, a la vista de que la casta política no se baja del burro de su chollo laboral y de que, por ejemplo, los bancos no dejan de sacar millonarias ganancias y millonarios sueldos para sus directivos. La cuestión es la evidente en cualquier economía: eliminar gastos superfluos, pero sin demagogia, como se está haciendo sobre cuáles y no, lo son. Si los políticos se bajaran como debe ser su sueldo y gastos particulares, si suprimiéramos, por ejemplo, algunos cargos políticos innnecesarios -que sobreabundan especialmente en tiempos de pactos entre partidos como ahora, porque hay mucho clientelismo que satisfacer-, si los numerosísimos asesores y personal de confianza de que disponen los pagaran, como debe ser, los partidos a los que asesoran y no los presupuestos públicos, si hubiera menos tarjatas oro, móviles, viajes, hoteles de 5 estrellas, helicópteros para traslado, etc... a cargo del erario público, si disolviéramos las inútiles empresas públicas, patronatos y fundaciones que se crean para fomentar el amiguismo y mantener un fondo de reptiles, si disolviéramos también los caprichitos como el de poner en marcha una policía autonómica, si reconvirtiéramos otro capricho como el de la televisión autonómica, destinada a promoción política del gobernante de turno, en un auténtico servicio social mucho menos costoso, dirigido a una auténtica información veraz y libre, formativa y cultural, en vez del bodrio que tenemos que soportar diariamente, si cerráramos dos de los tres palacetes que tiene el diputado del común, si igualmente se dejaran de usar en alquiler instalaciones que sobreabundan en las instituciones, la mayoría para beneficiar a amigos que no tienen quien se les alquile, si se miraran con lupa los concursos y ofertas de empresas, y las obras públicas y nos dejáramos del papanatismo de los megaproyectos de futuro, si se llevara a cabo, en definitiva, una administración más eficaz y racional en cuanto al número y distribución de los funcionarios que en ella trabajan, seguro, señores, que podríamos tener indudablemente más dinero del que se dice para realizar cosas esenciales. En el caso concreto de cultura, y respecto a Gran Canaria, que es el terreno que más conozo, ya he dado pistas: Reconvertir proyectos como el Womad o el Festival de Teatro y Danza, para abaratarlos y dotarlos de una presencia importante de producción canaria; repensar programaciones como las del Pérez Galdós y Cuyás, y en el mismo sentido, dejar de solapar programaciones interinstitucionales, creando un gabinete de crisis de sus responsables que debatan alternativas y soluciones con la Asamblea Permanente de la Cultura; que el teatro Guiniguada reoriente su función y programación, etc. Y a niveles regionales, que, por ejemplo, se deje en suspenso el proyecto Septenio con su millonaria inversión que apenas ha repercutido en beneficio en general de la cultura canaria, así como la reconsideración bajo la perspectiva de rentabilidad social y cultural, de proyectos como el del Festival de Musica de Canarias y de Canarias Crea. Así habría dinero para no provocar un apagón definitivo de la cultura en Canarias, sin olvidar el echar mano de otras iniciativas en el terreno de lo público y lo privado, porque si algo está faltando en este preciso momento es ingenio e imaginación, y sobrando demasiado miedo para tomar decisiones.
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