Sin embargo, cada año surge en Canarias la eterna pregunta. ¿Qué celebrar de festivo el 27 de marzo? La situación del teatro en las islas, es cada vez más preocupante, marginada, solo mantenida institucionalmente como objeto de boato y claudicación a lo foraneo, obviando olímpicamente el teatro de Canarias -como si no existiera- cuando ha dado ejemplos de su nivel y apoyo del público, y que sería aun mejor si fuera apoyado más consecuentemente.
Es verdad, que en esta capital disponemos de varios teatros, pero los teatros públicos miran para otro lado, aun a sabiendas de que en estos momentos de crisis es más rentable y coherente contar también con programación de los profesionales de las islas. Los teatro públicos, mantenidos generosamente con el dinero de todos los canarios, son meros espacios de exhibición, y de espectáculos de fuera, que son muchos más caros -además viajes, traslados de carga y estancias- y que la mayoría de las veces apenas llenan un par de filas de butacas. Un auténtico despilfarro de dinero público, inconcebible en la situación actual. Hoy día, se considera en cualquier lugar del mundo civilizado una incongruencia política y cultural que un teatro público se dedique sólo a exhibir y no a producir o coproducir espectáculos o contar con una o varias compañías residentes. ¿Es coherente tanto gasto para solo dos días de función y tan poco público? Las escasas producciones canarias que pueden acceder a estos teatros públicos (¿?) se ven obligadas a hacerlo a porcentanjes de taquilla cuando a las que vienen de fuera se les paga sin rechistar generosos cachets. Lo rechinante no es que se desaire de esta manera a los profesionales canarios, sino que además se les cobre un alquiler por el uso del teatro -alquiler al que se ven obligado al no programárseles- de 4.000 €, alquiler al que no están sujetos producciones foraneas. ¿Es ésto política de un teatro público?
¿Qué tiene que celebrar entonces el teatro en Canarias? Celebrar el día mundial del teatro en Canarias, además de las connotaciones inherentes a los objetivos del Intituto Internacional, tiene necesariamente objetivos reivindicativos para la profesión, con la conciencia de que como bien afirma Malkovich, hay que hacerlo mucho y bien, y de que a pesar de tantos siglos y avatares, las censuras, caprichos y desaires del poder no han podido evitar que siga existiendo el teatro.