A los gobiernos, se les suele dar 100 días de gracia para empezar a valorar su gestión y vislumbrar un futuro de su acción. Este formado por Mariano Rajoy, por las medidas que ha adoptado en tiempo record y sospechosas prisas, amén del impacto de sus medidas, no augura un grato futuro, al menos a medio plazo. Parece más bien integrado por representantes de los grandes empresarios, bancos y la comisión episcopal española, que por políticos en defensa de los intereses del país y de sus ciudadanos, incluso de la gran mayoría de quienes lo votaron a tal efecto. Sus polémicas medidas en perjuicio de los trabajadores con una reforma laboral que nos retrotrae de un plumazo años en conquistas sociales, intervenciones en materia de educación y sanidad, que pueden considerarse anticonstitucionales, etc... llegan a Canarias maximizadas en sus consecuencias por otras medidas concretas, curiosamente relacionadas con el campo de acción del tan cacareado ministro "canario" Soria. ¿Pero a quién sorprende, conocidas sus formas, maneras, despues de su aciago paso por el Cabildo de Gran Canaria como Presidente, por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria como alcalde y por el gobierno autónomo como vicepresidente? Ahora como ministro "canario" ha castigado a sus paisanos por no aplaudir su plan de entregar el futuro y la seguridad de Canarias a Repsol. Ha dado a entender el presidente del Cabildo de Fuerteventura que dicho plan obedece a un futuro asiento en el consejo de dicha empresa, como de otras energéticas lo tienen anteriores presidentes como Aznar y Felipe González. A la vista de como se han desarrollado los hechos, no parece descabellada la intuición de Mario Cabrera. Con unas prisas sospechosas, dado que la Comunidad Europea prepara un marco legal más drástico en materia de extracción petrolera, Soria ha conseguido que el pasado viernes 16 -viernes negro para Canarias y no sólo por el color del crudo- el gobierno Rajoy le diese la esperada luz verde a Repsol. Previamente, aprueba medidas que eviten que Canarias despegue en el uso de energías alternativas, eliminando las subvenciones para energías renovables. La extracción de petroleo -una fuente enérgetica además con escaso futuro y altamente contaminante-, por mucho que digan no beneficiará a Canarias, ni en creación de puestos de trabajo, que es el cebo que siempre se tiende a ver si se pica, ni en seguridad, no sólo en cuanto a vertidos -la experiencia es larga y de catástrofes consecuencias- sino también de seguridad de la zona. ¿Cuántas de ellas en el mundo hay actualmente en conflicto por el control del petroleo? Si además, consideramos el daño irreparable que ocasionaría en la pesca (¿cuántas empresas y trabajadores del mar acabarían engrosando las listas del paro?) con el correspondiente encarecimiento, ya exarcebado, del coste de la vida, como a la imagen de la industria turística, la única capaz de tirar con fuerza de la economía de las islas, concluimos el desprecio olímpico que tiene este ministro "canario" por sus islas. Hay otro efecto del que se habla poco o casi nada, y es que Canarias para subsistir necesita del agua salada para potabilizarla, lo cual en caso de un vertido, nos condenaría a importar agua o morirnos de sed. ¿Lo tiene previsto ya Soria con alguna otra empresa de aguas minerales? Porque de remate, al surgir un movimiento contestario en las islas en contra de la extracción de petroleo en aguas cercanas a Canarias, cortó de un plumazo las subvenciones de combustible con destino a la desalación de agua de mar, en una evidente acción política de que quien no está con él, lo está en contra. Una soberbia bipolar que ha despreciado a las instituciones canarias que no están de acuerdo con él, que representan a miles de canarios y contra quienes ha mostrado maneras despóticas dignas de otro tiempo.
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